B, de Borau
El sillón be mayúscula, B, de la
Real Academia de la Lengua se ha quedado triste. Triste de letras, historias,
guiones, y, sobre todo,de cine... Avaro de séptimo arte, cuatro años le han sabido
a poco a este sillón. Sobre todo, porque otro personaje repleto de cine, ya ocupó
su lugar, y, también se marchó (F. Fernán Gómez). La muerte de José Luis Borau
ha dejado nuestra tierra huérfana, una vez más. Nacido en Zaragoza, (1929), comenzó
como crítico de cine en el “Heraldo de Aragón”, y abandonó la carrera de
Derecho, para estudiar cinematografía en Madrid. Algo que aquellos que amamos
el cine, agradecemos enormemente; cambiamos con toda tranquilidad, un abogado,
por un cineasta. Su filmografía no es extensa, y nada conocida, no ha sido un
director mediático, ni ha sucumbido a las glorias fáciles de un cine comercial,
socorrido y sin tribulaciones. Todo lo contrario, su cine está cargado de
negrura, retorcidos rizos reflejando la realidad, sociedad reflejada en un
charco, no en agua cristalina.
Furtivos
Furtivos (1975)
Duración: 99 min. Director:
José Luis Borau. Guión: Manuel
Gutiérrez Aragón & José Luis Borau. Música:
Vainica Doble. Fotografía: Luis
Cuadrado. Reparto: Lola Gaos, Ovidi
Montllor, Alicia Sánchez, Ismael Merlo, José Luis Borau, Felipe Solano, Antonio
Gamero.
Ángel es un cazador furtivo. Vive
en un bosque con su madre, tiránica y violenta. En una de sus escasas escapadas
a la ciudad, conoce a Milagros, una joven escapada de un reformatorio, amante
de un conocido delincuente, llamado “El Cuqui”. Ángel la protege, desde la
atracción que le empuja a no razonar, y enfrentarse a su madre. Un triángulo
claustrofóbico entre los personajes, que desemboca, irremediablemente, en un
drama anunciado.
Una película antigua,
de 37 años.
A pesar de que fuera realizada en los últimos coletazos de la dictadura,
aún
hoy, parece increíble que la censura no se fijara en ella, no la marcara
con el
rojo lápiz en el guión, o pudiera desatar la tijera más sedienta.
Simplemente
pasó, o no supieron leer entre líneas la crudeza que asomaba. La crítica
a una
España con sus miserias y atrasos, en todos los aspectos. Una metáfora
sobre la
ausencia de libertad, en la que uno se puede rebelar contra la opresión,
o seguir
sumiso ante la figura que hace sombra al libre albedrío. Las
comparaciones
posibles, y sin posibilidad de exagerar, pueden hacerse con “Danzad,
danzad,
malditos”, (Sydney Pollack, 1969), o “Perros de paja”, (Sam Peckinpah,
1971), por
supuesto, con sentido español, y salvando algunas cuestiones, qu son
puramente tecnicas. Toda la violencia se incrementa progresivamente, se
va mascando la tensión, el bosque acecha, un
personaje más, que amenaza, y quiere engullir a aquellos que penetren en
él.
Borau, si algo poseía, era la idea de que el espectador es inteligente,
que no
necesita todos los datos, que puede reconstruir él sólo el rompecabezas,
montar
en su mente aquello que no se ha explicitado.
Una gran pérdida. Esta semana
pasada ha sido terrible para el mundo del cine, y del espectáculo: Miliki, Tony
Leblanc, y Borau.