El dictador (The Dictator, 2012)
Duración: 83 min. Director: Larry Charles. Guión: Sacha Baron Cohen, Alec Berg, David Mandel, Jeff Schaffer. Música: Erran Baron Cohen. Fotografía: Lawrence Sher. Reparto:
Sacha Baron Cohen, Anna Faris, Ben Kingsley, Jason Mantzoukas, Bobby
Lee, Anthony Mangano, Jeff Grossman, Megan Fox, John C. Reilly, Edward
Norton.
El
General Haffaz Aladeen, es un dictador capaz de arriesgar su vida para
impedir que la democracia se establezca en el país. Oprime amorosamente y
con cariño a su pueblo. País rico en petróleo, y muy aislado, el estado
de Wadiya es gobernado por Aladeen, desde que éste tenía seis años,
cuando fue nombrado Líder Supremo. Desde que accedió al poder absoluto,
el consejero de confianza es su tío Tamir, quien ejerce de Jefe de la
Policía Secreta, Jefe de Seguridad y Proveedor de Mujeres. Las Naciones
Unidas han sancionado a Wadiya por sus armas de destrucción masiva, pero
el dictador no permite inspeccionar su país. Tendrá que ir en persona, a
defenderse, ante el Consejo de Seguridad, en Nueva York. Pero..., habrá
un complot para acabar con él, y su poder.
Sacha
Baron Cohen es inagotable. Sus personajes surgen de una mente amparada
en lo absurdo y en el disparate. Sin olvidar que siempre debe verse una
crítica social muy severa. Comenzó con “Ali-G”, un personaje pandillero
bastante peculiar, atacando la política inglesa. Luego, “Borat”, un
falso documental que fue prohibido en bastantes países. En ese film se
burló del sueño americano, el fanatismo, las religiones, el
etnocentrismo… No se olvidó de ningún elemento de la sociedad americana.
Después, “Bruno”, otro falso documental, en el que desató la ira de
muchos sectores de la población, con el mismo planteamiento.
Ahora,
“El dictador”. Una combinación pasada por el cristal del surrealismo,
entre “Bananas” de W. Allen, y “Presidente por accidente” de Paul
Mazursky, entre otros. Al estilo de Valle Inclán, en el que el
esperpento deforma sistemáticamente la realidad, recarga sus rasgos
grotescos y absurdos. Mezcla entre ironía y tragedia. Humor mediante
algo obvio. Trágico, porque lo criticado, existe verdaderamente.
Baron Cohen: Impresionante. Despliega su repertorio de muecas,
gestos, y el menor sentido del ridículo, con escaso pudor, en su línea
habitual. Y, una gran sorpresa, un actor de la talla de Ben Kingsley,
aportando el tono serio y profesional, con una actuación
extraordinaria, entre tanto bufón.
Una
película, con una ráfaga de escenas y diálogos disparatados, que sólo
pueden ser captados con sucesivos visionados, porque no da tregua, no
hay descanso. Mucho mejor la versión original, para poder entender los
juegos de palabras, que en su doblaje se han perdido. Sin embargo,
siendo objetivos, este film es bastante menos efectivo, y carece de un
hilo conductor sólido que lo sustente. La historia, en sí misma, es
insulsa. Se queda en muchos golpes de risa, sin nada más. La dirección
de Larry Charles, no es precisamente brillante, pero para este tipo de
género, funciona bien. Baron Cohen, es su guionista. El espectador ya
sabe a lo que va. Se le tolera, casi, cualquier cosa. Sólo por la
escena del helicóptero, merece la pena ir al cine..., y reírse. Un film
para verlo sin prejuicios, por su carácter cómico. Posee mucha crítica
refinada e inteligente, bajo la burda apariencia que lo sostiene.