Con “phe”
El nombre (Le prénom, 2012)
Duración: 109 min. Director: Alexandre de La Patellière, Mathieu Delaporte. Guión: Alexandre de La Patellière, Mathieu Delaporte. Música: Jérôme Rebotier. Fotografía: David Ungaro. Reparto: Patrick Bruel, Valérie Benguigui, Charles Berling, Guillaume de Tonquedec, Judith El Zein, Françoise Fabian.
En
una, aparentemente inofensiva, cena de amigos, unidos por vínculos
afectivos y familiares, se anunciará el nombre que recibirá el futuro
bebé de una de las parejas. Una broma llevada al límite, sin poder
pararla, sin control, desencadenará una explosión, se desenterrarán
viejas rencillas, y se reabrirán heridas que ya se creían cicatrizadas.
Culpas, secretos, mentiras…
El cine francés es una máquina bien engrasada, gozando de buena salud, y, lo más importante, del
favor del público adulto. También es cierto, que tienen una protección
al cine, con cuota de pantalla del 40% anual del cine proyectado. Así
pues, con esa protección, pero con mucha efectividad, llega “El nombre”,
una adaptación de los directores Alexandre de La Patellière y Mathieu
Delaporte, de su propia obra teatral. El planteamiento funciona. Ya lo
demostró Polasnki en “Un dios salvaje”, adaptando la obra de Yasmina
Reza. Trasladar una obra de teatro al cine tiene sus riesgos: Mantener
al espectador en una misma localización, atrapado en un mismo espacio,
con unos personajes que no hacen otra cosa que hablar, y hablar... Woody
Allen siempre ha sido el director de este planteamiento, que los
personajes interactúen en un minúsculo apartamento, y no sustente el
film, nada más que sus trivialidades. Si bien, estábamos asustados...,
por si esta película era una simple copia, utilizando una fórmula, e
imitándola. Pero, no. El film posee diferencias notables con Yasmina
Reza o con Polanski. Todo radica en los insertos que aluden a algunas de
las conversaciones, o que ilustran algunos de los pensamientos de los
personajes. También, un nervioso montaje, con planos cambiantes, para
que diálogos e imagen vayan paralelos. No hay pausa en dos horas de
metraje, que sabe a poco. Con inevitables referencias de su cine patrio,
muy acertadas, en el prólogo: “Amelie”, (Jean-Pierre Jeunet, 2001), “La cena de los idiotas”...
El
film de Polanski, o la obra de Reza, querían profundizar en cuestiones
de orden moral y social, con un aire más intelectual, como si aquellos
que fueran letrados en arte y literatura, no pudieran gritar, decir
palabrotas, o hablar de trivialidades. “El nombre”, sí se atreve a poner
en situación a varios personajes de gran cultura, para hablar de lo que
todo el mundo habla. Este hecho ha sido criticado por varios gurús de
la crítica cinematográfica española, por el supuesto exceso de grosería o
vulgaridad. Nada más lejos. Aunque sean situaciones tópicas o
cotidianas, no dejan de ser dramáticas.
Además, esas situaciones existen, y a todo mortal le pueden suceder. Eso lo demuestra “A casa por vacaciones” de Jodie Foster.
El
reparto, un grupo que funciona. Con la gran presencia de Patrick Bruel,
en ocasiones algo desbocado, pero creíble. Charles Berling, un
verdadero profesional. Guillaume de Tonquedec, menos convincente, lo
mismo que Judith El Zein, que no termina de entrar en el film.
Una
de esas películas generadoras de grandes risotadas que se prolongan a
lo largo de toda la película, y por toda la sala de proyección, dejando
ecos de las mismas a la salida del cine.