jueves, 22 de octubre de 2009


Si la cosa funciona (Whatever Works), 2009.


Duración: 92 min. Director: Woody Allen. Guión: Woody Allen. Música: Varios. Fotografía: Harris Savides. Reparto: Larry David, Evan Rachel Wood, Henry Cavill, Patricia Clarkson, Michael McKean, Kristen Johnston, Ed Begley Jr., Cassidy Gard, Yolonda Ross, Lyle Kanouse, Steve Antonucci, James Thomas Bligh, Chris Nunez.

La película se centra en un excéntrico y maduro hombre de Nueva York, que abandona su acomodada vida, para llevar una existencia más bohemia. De este modo conocerá a una bella joven del sur, desembocando todo ello en una serie de enredos familiares y sentimentales.

Los seguidores de Woody Allen (Manhattan, 1979) volvemos a reencontrarnos con este director. Después del fiasco “Vicky, Cristina, Barcelona”, y desde los tiempos de “Match Point”, no habíamos recuperado al cineasta de NewYork. En esta ocasión, se reinventa a sí mismo, desarrolla un guión que tenía en mente desde la década de los 70, con hipocondria, pesimismo vital, conflictos familiares y un madurito que queda prendado de una joven belleza.

En el papel protagonista encontramos a Larry David (Boris), conocido por ser el guionista de “Seinfeld”, y muy respetado como humorista. Se mete en la piel del director, mejor dicho, lo sustituye, sin que echemos de menos a Allen en pantalla. Larry David aporta matices al típico personaje: Enamoradizo de “jovencitas”, hipocondríaco, con discurso de catastrofista perpetuo; un homenaje al pesimismo inagotable.

La joven es interpretada por Evan Rachel Wood (“Thirteen” 2004), que se mete en el papel, creyéndonos su ignorancia e ingenuidad, por la que se hace posible que Boris quede enganchado a ella. Muy correcta, aunque eclipsada por el protagonista.


En el reparto se debería añadir la propia ciudad de New York, planos exteriores que marcan la presencia continua de esta urbe, que acompaña y acoge a los personajes, sus vidas y su devenir. Al igual, deberíamos tener presente la música jazz (algunos aprendimos de ella gracias a las películas de Allen).

Nos gusta especialmente que el personaje se confiese a la cámara, que se dirija a ella, que la mime, contemple y se explaye, obviando al resto de personajes, espectadores confidentes. Recuerda a la “La Rosa Púrpura de El Cairo” 1985, pero con otro tratamiento.

Allen nos atrapa con su compleja e impagable forma de observar la vida, sus diálogos interminables, y “gags”, algunos memorables, en esta ocasión. Algún pequeño quiebro en el ritmo narrativo, pero en general es una película que no defrauda, tanto a los “fieles”, como para los no iniciados. A pesar de ser la película de siempre, que ya hemos visto muchas veces, incluso que nos suenan algunos diálogos, la fórmula no falla, no nos cansamos de Woody.