jueves, 15 de julio de 2010

Air Doll

Air Doll (Kûki ningyô, 2009)

Duración: 125 min. Director: Hirokazu Koreeda. Guión: Hirokazu Koreeda. (Historia: Yoshiie Goda). Música: World's End Girlfriend. Fotografía: Pin Bing Lee. Reparto: Arata, Du-na Bae, Sumiko Fuji, Mari Hoshino, Itsuji Itao.
Una muñeca hinchable, de tamaño natural, vive en un modesto piso de Tokio. No habla, ni se mueve. Pero es la única compañera de su amo, un hombre de mediana edad. Él, le habla, la baña, y le hace el amor cada día cuando vuelve del trabajo. La rutina diaria se rompe cuando la fantasía se hace realidad. De pronto, Nozomi cobra vida, y adquiere alma. Acaba de nacer y no entiende lo qué ocurre a su alrededor, aunque se da cuenta de que existe un mundo, esperando  ser explorado más allá de las paredes del piso. Con el tiempo se atreve a salir al mundo exterior, y se siente fascinada por todo lo que ve. Conoce a muchas personas de todo tipo, pero ninguna es capaz de explicarle lo que significa "estar viva". Un día, la muñeca entra en un videoclub y su mundo cambia para siempre. Conoce a Junichi, el vendedor, del que se enamora inmediatamente.
Hirokazu Koreeda, (“Caminando”, de 2008), posee la consideración de ser el sucesor de uno de los mejores directores japoneses, Yasujiro Ozu, (“Cuentos de Tokio”, de 1953). El director ha tratado en sus películas las emociones humanas, las relaciones, y la familia.
En primer lugar, deberíamos recodar un precedente fílmico de muñecas hinchables, que pasó desapercibido: “Lars and the Real Girl”, de Craig Gillespie,  en 2008.
 “Air Doll”, plantea algo que Carlo Collodi, con su magnífico relato Pinocho, (Pinocchio), hizo algo mágico: Convertir un muñeco en un ser humano, perdido e inocente. Igual ocurre con esta muñeca hinchable, que, convertida en mujer de carne y hueso, descubre un mundo nuevo, una sociedad, una ciudad y el amor. El director desata lirismo y poesía, por encima de la propia historia, silencios que atrapan y aportan mucho más que baldíos diálogos. Una magnífica dirección, sutilmente creada, con una gran carga sensorial. Parece que podamos sentir y apreciar cada uno de los fotogramas, apreciar las fragancias y dilatar nuestras pupilas ante el colorido visual. Por supuesto, una parte de este logro, es la dirección de fotografía ejecutada por Pin Bing Lee,  (“El Maestro de marionetas”, Hsiao-hsien Hou, 1993), habitual del cine francés y japonés.
En el reparto, excelente caracterización de Du-na Bae, como el juguete sexual que cobra vida, en un papel muy apetecible para cualquier actriz, al que dota de personalidad y credibilidad, con sus miedos, soledad y temor a la muerte. Además, los ojos de Nozomi, se convierten en los nuestros, hipnotizados por todo lo que le sorprende a ella, y nos sorprenderá todo lo que visualiza, sobre todo, cuando el surrealismo se desata.
Un ensayo sobre la condición humana, con la que descubrir qué significa “estar vivo”, un significado que conlleva alegría, y una parte de dolor, sufrimiento y soledad. Un cuento de hadas moderno, muy recomendable.